El colectivo desvencijado y odioso, los codos clavados en mi
espalda, la mirada helada que cruzo con un desconocido, las mujeres ancianas
evitando caer, ojala no me golpeen la cara, instinto de alejar la mano al tocar
piel ajena. Quiero bajarme y veo el asiento contiguo a la puerta, el polvo que
lo recubre, tan fino y eterno… lo único que quería hacer era sacar mi
encendedor y quemarlo, la gente que sube y que baja… las piernas malvadas, los pies torpes y los
rostros que seguramente no volveré a ver.
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