Vuelven las arañas a sus cuevas
oscuras y sin pudor
donde se añejan en la espera de la savia
del aliento tibio.
Se funden entre ellas
creando una gran masa chirriante
pero paciente
que mide a un tiempo brusco.
Poco a poco te desnuda de calor
hasta los huesos se te ven
secos entre colchones de tu carne crujiente
que te alagaba en ramificaciones perfectas,
ahora ahogadas por el agua y el desconsuelo
de un solsticio níveo que pudre
tatuando un frío indestructible entre los labios
marchitos.
Los hilos plata te atraparon,
no hay salida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario